En este último mes del año
finalizaron las obras de la primera fase del proyecto de restauración de las
Salinas del Río, o de Gusa, una de las joyas del Parque Natural del
Archipiélago Chinijo al presentar un alto valor patrimonial, paisajístico,
geomorfológico y biológico.
Las salinas en los últimos años
habían perdido su característico color rosa debido al fuerte deterioro, debido
a su abandonamiento, de su fuerte de defensa, muro que lo protegía de la acción
del mar durante los temporales, y que estaba provocando que las salinas se
inundaran y perdieran las concentraciones óptimas de sal que permitían el
desarrollo de los diferentes seres vivos responsables de dicho color. Diferentes
naturalistas de la isla venían alertando de la situación y finalmente la
administración pública ha actuado.
Las Salinas del Río están
asentadas sobre un saladar (laguna costera), situado por debajo del nivel del mar,
donde se mezcla el agua que penetra con las mareas y la procedente de las
escorrentías del Risco de Famara.
El Archipiélago Chinijo era la
vía de entrada desde hace 2000 años de las diferentes culturas y pueblos
europeos que recalaban en Canarias durante sus expediciones marítimas al
continente africano y posteriormente al americano. En el estrecho de mar que
separa Lanzarote de La Graciosa, denominado el Río, estas expediciones
encontraban un lugar idóneo para el descanso, avituallamiento y reparación de
sus naves. El saladar natural les proporcionaba sal y la cercana fuente de Gusa
agua potable.
Muy poco tiempo después de la
conquista de Canarias y en tiempos de Sancho de Herrera (1422-1534) este
saladar fue acondicionado por primera vez ordenando el lecho impermeable de
barro que formaba el vaso del saladar. Convirtiendo así un saladar natural en
las primeras salinas de Canarias. Algunos autores aseguran que además fueron
las únicas construidas en las islas hasta el siglo XVIII.
En ellas trabajaban vecinos de
las localidades lanzaroteñas más cercanas como Máguez y Yé, para llegar hasta
ellas tenían que utilizar un camino muy peligroso denominado la “Vereda de los
Salineros”, que transcurría por una pared vertical de 450 metros de altura, pasando
justo por debajo del balcón del actual Mirador del Río. Mi bisabuelo, a
principios del siglo pasado, fue uno de los encargados de estas salinas, llegando
a perder a uno de sus hijos en dicha vereda.
La actividad salinera fue
abandonada a principios de los 70 del siglo XX, aunque hasta hace muy pocos
años se seguía recolectando algo de sal por parte de los pescadores de la
cercana isla de La Graciosa. En abril de 2015 fueron catalogadas como BIC (Bien
de Interés Cultural) con la categoría de monumento.
Los saladares están protegidos por la
legislación medioambiental comunitaria ya que están considerados como “Hábitats
de Interés Comunitario”. En estas lagunas costeras se asienta una comunidad
vegetal adaptada a las altas concentraciones de sal, entre las especies que
forman parte de ella se encuentra el “Salado” (Arthrocnemum macrostachyum),
especie incluida en el C.C.E.P. como de “Interés para los ecosistemas canarios”.
En este saladar antropizado las concentraciones de sal eran muy superiores a las normales lo que permitía que vivieran una serie de especies responsables del color rosa característico de las salinas. No se debe a la presencia del crustáceo Artemia salina, aunque sus huevos y pequeñas larvas son de color rojo y los adultos más o menos rojos. En realidad los responsables de dicha coloración son por un lado el alga planctónica Dunaliella salina, al tener gran cantidad de pigmentos rojos y que, además, sirve de alimento a la artemia, y por otro las arqueobacterias Halobacterium salinarum y H. halobium.
En este saladar antropizado las concentraciones de sal eran muy superiores a las normales lo que permitía que vivieran una serie de especies responsables del color rosa característico de las salinas. No se debe a la presencia del crustáceo Artemia salina, aunque sus huevos y pequeñas larvas son de color rojo y los adultos más o menos rojos. En realidad los responsables de dicha coloración son por un lado el alga planctónica Dunaliella salina, al tener gran cantidad de pigmentos rojos y que, además, sirve de alimento a la artemia, y por otro las arqueobacterias Halobacterium salinarum y H. halobium.
Estas especies constituían el alimento de las numerosas
especies de aves limícolas migratorias que tienen a estas salinas como lugar de
descanso, recordar que en el Archipiélago Chinijo se han citado la mitad de las
especies migrantes en su paso por Canarias. Este saladar es uno de los pocos
lugares de nidificación del chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus), catalogada como Vulnerable por el
C.E.E.A. y el C.C.E.P.
Las Salinas del Río constituyen
además un “Geositio” (Sitio de Interés Geológico) del Geoparque de Lanzarote y
Archipielago Chinijo gracias a su peculiar geomorfología y petrología.